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Lejano, cercano, Michel Serres y el Pato Donald

  • Juan Carlos Pergolis
  • 17 oct 2021
  • 2 Min. de lectura

(Tomado de Ventanal de un sexto piso, J.C.Pérgolis, Arango editores, 2000, p.106)


Durante muchos años llevé en la memoria las imágenes de una aventura del Pato Donald, con sus sobrinos y con su tío Rico Mc.Pato. Se trata de una historieta que leí cuando era niño, en la que los personajes, se internan en los bosques canadienses siguiendo algún afán económico del tío Rico hasta encontrar un extraño órgano cuyo sonido estremece las montañas del Yukón. Tótems, órgano y coloridos mascarones constituyeron mi imagen del Canadá, el otro extremo de América (yo vivía en Argentina). Las imágenes de la historieta mostraban un mundo lejano pero además, extraño e inexplicable, tierra de aventuras donde se mezclan los tótem, con los bosques y con un objeto que yo sólo había visto en la iglesia (el órgano). Lejano se volvió -para mí- sinónimo de extraño.


Muchos años más tarde y ya olvidada la historieta, ya adolescente, un nuevo hecho me reavivó las imágenes archivadas y la emoción de la lejanía: el gobierno canadiense regaló un tótem (o una réplica) para un parque de Buenos Aires. Lo lejano aparece en lo cercano. Camino alrededor del tronco tallado y pintado, miro sus mascarones insólitos; en mi interior resuena el trueno del órgano, objeto de un argumento que no recuerdo. Sólo hay imágenes y evocaciones.



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Réplica de un tótem donado por el gobierno canadiense a la ciudad de Buenos Aires. 1964



Desde hace muchos años, vivo en Colombia, en Bogotá; otra vez la historieta fue relegada al archivo de la memoria, junto con otros recuerdos distantes y viejísimos de Argentina. Lo lejano no pasa por los bosques canadienses sino por la nostalgia de lugares y personas; tampoco significa extraño; por el contrario, lo que está lejos es lo mío, o quizás, yo soy lo lejano.


En unas vacaciones, viajé desde Bogotá a Italia, a Verona. El amigo que me hospedó en su casa colecciona fumetti, historietas. Sin pensar que abriría una puerta al pasado, saco una revista de un estante y la abro: allí están los tótems y el órgano que truena en el silencio del bosque; con otra mirada recorro las mismas imágenes de mi infancia. La lejanía se duplica: Canadá y Argentina, lo lejano ajeno y extraño, pasa por lo lejano propio y conocido; o quizás se triplica, porque estoy en Italia, lejos de mi casa en Bogotá, leyendo la misma revista que leí en mi infancia en Argentina, cuando lo único lejano eran los bosques canadienses. El viaje es una declinación del lugar, dice Serres.



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